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Concierto de la OSG con obras de Gaos, dirigido por Víctor Pablo Pérez (Revista Scherzo)

Para quien no acabe de creer en la relatividad del concepto de progreso aplicado a las bellas artes y, en este caso, a la música; para quien lo niegue, más aún, este concierto de la Orquesta Sinfónica de Galicia le dará la razón desde la estética de lo escuchado a la reacción complacida del público. Ochenta y dos años han pasado entre el estreno de Impresión nocturna de Andrés Gaos (1874-1959) —la hermosa pieza para orquesta de cuerda que abría el programa—, que es de 1937, y el de Cervantina de Juan Durán (1960) y algo más de sesenta entre la Segunda sinfonía del coruñés y esta última. Y, sin embargo, se diría que la perspectiva estética es la misma, aunque en uno y otro caso la vista atrás debiera, lógicamente, dejar contemplar muy distintos puntos de anclaje en cada caso: más reducida la visión en un Gaos al que se le supone su opción; mucho más amplia en teoría en un Juan Durán que nos lleva en volandas —y supongo que con sorpresa para quien no conociera la obra anterior de este compositor vigués—, como si nada hubiera llovido desde aquellos tiempos pretéritos, al mismo punto de partida. Si la obra de Gaos es la de un epígono tardío del romanticismo, la de Durán nos retrotrae al ideario estético y recuperador de la Generación de la República —ecos de Joaquín Rodrigo incluidos—, es decir, a los mismos tiempos de su antecesor en el programa, pareciendo, a la audición de la Sinfonía nº 2 del coruñés, casi contemporáneos entre sí, lo que no es ni bueno ni malo, naturalmente. Durán, quien en una entrevista decía estar convencido de que el material musical está agotado, recurre en buena lógica en Cervantina a la glosa de las Folías de España y de unas cuantas piezas de nuestro repertorio antiguo. Todo ello trabado con habilidad, buen oficio, cierto efectismo y mínimo riesgo y muy bien expuesto por Víctor Pablo Pérez, quien había estrenado la obra en Madrid en 2016, año del cuarto centenario de la muerte del autor del Quijote.

El concierto se cerraba con la Sinfonía nº 2 de Andrés Gaos —de 1953 pero pensada desde mucho antes—, la obra más ambiciosa de su autor y que acaba de aparecer en edición crítica de Joám Trillo con introducción de Carlos Villanueva en AGADIC-Dos Acordes, de Vigo, con ocasión de las conmemoraciones del Año Gaos. Escrita en tres movimientos —en el segundo de ellos aparece un sorprendente Scherzo—, a la raigambre gallega —se subtitula En las montañas de Galicia—, a la evocación, si se quiere emocionante por la circunstancia del autor, ido de su tierra tantísimos años antes, de algunos temas —alborada, muñeira—, se une una muy notable pericia constructiva y esa sensación de sinceridad que no es un valor artístico pero cuya percepción —basta un poco de olfato— no deja de agradecerse cuando el resultado es valioso. La Sinfónica de Galicia y Víctor Pablo Pérez llevan la música de Gaos con ellos desde el principio de su andadura juntos y eso se notó en unas impecables versiones.