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El Correo Gallego – Begoña Olavide, canto y salterio, para “Os sons da pedra. O Ronsel do Mestre Mateo”

Doble actividad para completar estas jornadas dedicadas al Simposio “Os sons da pedra. O Ronsel do Mestre Mateo”, con una primera propuesta moderada por Javier Garballo, en una mesa redonda que se anuncia bajo el reclamo “Los artífices del viejo proyecto del Pórtico”, en el Paraninfo da Universidade- 11´00 h.-, en el que se concitan especialistas como Christian Rault, que colaboró en la reconstrucción del organistrum; Sverre Jensen, quien lo hizo en la viola en ocho, en el arpa-salterio o en las cítaras y Carlos Paniagua, en la viola en ocho, en el arpa-salterio y en las cítaras; Francisco Luego, en la viola o fídula oval, en una iniciativa de afortunada evolución creativa. Para completar Carlos Villanueva Abelairas, dinamizador del proyecto y director desde su formación del “Grupo Universitario de Cámara”, que con los noruegos “Kalenda Maya”, ofrecieron el concierto de presentación de los instrumentos del Pórtico de la Gloria, en la Catedral de Santiago, con obras de las “Cantigas de Alfonso X (El Sabio)” y el “Llibre Vermell”, gracias a los auspicios de la Fundación Barrié.

Puerta abierta para el concierto, en el mismo espacio que nos ofrecerá Begoña Olavide- 13´00 h.-, en la clausura, en un programa para canto acompañado de salterio y con la atención puesta en la tradición arábigo-andaluza, su auténtica especialidad, que comparte con su pareja Carlos Paniagua, realzada en labores de campo en Marruecos entre 2005/12. Es promotora del Festival de Músicas del Mundo “Tarab-Tanger” y de los grupos “Calamus”- con el que realizó trabajos como “The Splendour of Al-Andalus”-, o “Mudejar”- “Cartas al Rey Moro”, “A las puertas de Granada” o “Al-Son”-, participa en iniciativas de “Hesperion XXI”, de Jordi Savall y en otras de Luís Delgado y Luís Paniagua. Con “Microlugos”, participó en el espectáculo “Nostra Donna” y mantiene un importante protagonismo en el Centre de Musique Médieval de París, y en el “Ensemble Alla Francesca”

Entre sus manos, el salterio, instrumento en la línea del dulcemel aunque se tañe hiriendo las cuerdas con un plectro o con los dedos en vez de hacerlo con macillos. Muy difundido en los siglos XIV y XV, y del que conservamos suficientes referencias en textos literarios, desde Covarrubias hasta Gonzalo de Berceo o documentos en Museos de toda Europa, en los que no faltan cuadros ilustrativos, tuvo una variedad de formas a través de tiempos y lugares, siendo un claro precursor del clave (con sus cuerdas punteadas), lo mismo que el dulcemel, lo será del piano. Se le puede considerar también como una especie de arpa con una caja de resonancia, o una forma más simple de cítara.

Durante el siglo XV, con la llegada de los instrumentos de tecla, pasará a un segundo plano, donde se le reservará para uso doméstico y para acompañar el canto en algunas iglesias. A partir de su evolución, nació la “arpenetta”, algo similar a lo que le sucederá al dulcemel, como antecesor del clavicordio, mientras que el salterio, lo será del clave ya que en este las cuerdas se pulsan y no se percuten, como sucede en el clavicordio. Vendrá tratadistas que relegaran al instrumento en un rango irrelevante, como fueron Othomar Luscinius o Martin Agricola. Michael Pretorius (1619), en fechas avanzadas, le concede un discreto papel, época en la que estaba abocado a ese uso sencillamente doméstico.

Covarrubias utilizará la palabra salterio, remitida a salmo y a psalmista o salmista, señalando de esta última voz que por antonomasia, se entiende el profético Rey David. Constancia y para mayor confirmación, le encontraremos frecuentemente citado por Jorge de Montemayor, Juan del Enzina, o en perspectiva precedente, en Chrétien de Troyes- siglo XII” o en el “Libro del buen amor”, del Arcipreste de Hita- y en las “Cantigas de Sta María”, de Alfonso X (El Sabio). Capiteles y pórticos catedralicios, ponen a nuestra vista dicho instrumento y así lo hallamos en el Pórtico de la Gloria o en el Pórtico do Paraíso de Ourense. Ya a finales de la Edad Media, se generalizaron modelos de gótico que permanecieron hasta el otoño del siglo XIV y que se convertirán en característicos y en el taller del artesano barcelonés Josep Alsina, se fabricarán instrumentos que se guardan en el Museu de la Música de la ciudad.

Músicas arábigo-andaluzas, en repertorio, cuya forma por excelencia serán la “nuba” serie de suite de canciones agrupadas en movimientos diferentes según orden preestablecido y compuestas en el mismo modo musical. Marcó el peso de la tradición oral, permaneciendo Granada como centro musical de la Península, recurriendo la tradición a resaltar la figura del músico Zyrzab, que realizaría trabajos que definirían las reglas de su interpretación y la manera de ejecutar las piezas. Un personaje singular que llegó a Córdoba en 882, procedente de Irak, y que en Bagdad, había sido discípulo de Ishaq-al Mawsili, músico de la corte del califa Harum-al-Rashid. La música arábigo-andaluza, en ese contexto evolutivo, nos ayuda a entender la llegada de los árabes con sus culturas-excelente trabajo de consulta nos ofrece Juan Vert, en “Lo que Europa debe al Islam de España”, editado por “El Acantilado”-, y que aportaron los primeros descubrimientos de las teorías musicales de los griegos, asimilándolas y enriqueciéndolas.

Formas musicales engrandecidas por la panoplia de instrumentos, que tendrán el correspondiente reflejo en Europa, dejando como referencia prototípica el “muwassaha” o “zagal”, cultivada por los poetas, entre los que dejó huella Mazeddam Ben Mufa el Cabri, poeta ciego cordobés, que vivió en tiempo de los emires Abd Allah y Abderramán II. Las cortes provenzales, en un salto de siglos, sabrán asimilares esas procedencias, arraigando en las cortes Provenzales, en los primeros estilos de formas galantes, con un ejemplo digno de mención, como es el caso de Guillaume de Poitiers, en la creación de baladas y rondeaux, que se acercan a esas herencias. No queda exenta Italia de esas influencias, con modelos como algunos laudi” de Jacopone de Todi. Entre las “Cantigas de Alfonso X (El Sabio)” y en alguno de sus miniaturas que encabezan las de “loor”, resultan una fuente para el disfrute de instrumentos de todo tipo, entre los que se observan los de influencia árabe, como el “´ud” (laud); el Kamanjeh” (viola); el “rebab” (rebec) o la “darabuckka”. Músicas pues, que cuando se recrean, conservan el aroma de los Alcaceres, la Alhambra granadina, las ruinas del palacio de Madina-al- Zahra y los callejeos por ciudades que evocan un especial sentimiento vital.