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Fanny Garrido, la escritora «Eulalia de Liáns»

De ascendencia española-mexicana, nace en A Coruña el 30 de octubre de 1842, fruto del matrimonio entre Primer Médico del Hospital Militar de A Coruña, Francisco de Borja González Garrido del Amo, natural de Villafranca del Bierzo, y Josefa García Cuenca, oriunda de México. Al cuarto día de su alumbramiento, fue bautizada en la Iglesia Parroquial de Santa María del Campo de esta misma ciudad, con el nombre de Francisca Claudia Josefa Antonia González-Garrido y García.

Igual que sus hermanas mayores, Ana y Enriqueta, Fanny pudo disfrutar de una exclusiva educación que le proporcionó una sólida cultura y dominio de varias lenguas; también sus incesantes viajes por Centroeuropa determinaron su don de gentes, su saber estar y su visión progresista de las necesidades sociales y culturales de su época, que la convirtieron en una mujer -pionera, rupturista y avanzada a su tiempo-, que brillaba con luz propia allá donde fuere. Todo ello se refleja en su obra literaria, pues más allá de sus renombradas novelas firmadas bajo el pseudónimo “Eulalia de Liáns” –Escaramuzas (publicada en Madrid, en 1885), La Madre de Paco Pardo (en la misma ciudad, en 1898) y Batallas (inédita)-, los títulos de sus ensayos, artículos de prensa u obras literarias menores, dan testimonio de su preocupación e implicación con la problemática social de su tiempo, así como su devoción por la cultura y el folklore gallego: su cuento Jaque-mate (1887), publicado en El Correo GallegoLa fiesta de la patrona (1887), La situación agrícola (1887) y Los infinitamente pequeños (1892), publicados en la revista Galicia de Andrés Martín Salazar; El problema de la Mendicidad (1909) y De cómo se salvan las vidas en la primera infancia (1912), escritos en calidad de Vocal del Consejo Superior de Protección a la Infancia; Sueños, ideales, realidad (1913) como Vicepresidenta del Centro Iberoamericano de Cultura Popular Femenina; etc. Por último, no es posible recordar su trayectoria literaria sin hacer mención a sus traducciones al castellano de obras alemanas, como, por ejemplo, Viaje a Italia (1891) de Goethe, que incluye un prólogo crítico.

El enaltecimiento de su belleza es un elogio reiterado por sus biógrafos y esto se corrobora con cada uno de los pocos retratos que de ella tenemos. En nuestra hemeroteca gallega, Isabel Martínez Barbeito describe así la elegancia de su presencia: “tenía ojos azules, grandes y dulces, fino cutis, un rostro de rasgos armoniosos; el pelo rubio peinado, de adolescente, en bucles y más tarde en bandos sencillamente recogido en la nica; todo ello aderezado con un aire de gran señora”. Tal fue el eco de su hermosura, que a nuestro tiempo ha llegado la leyenda de que la reina Isabel II, en su viaje a Galicia en 1858 para la inauguración del ferrocarril que unía la ciudad de A Coruña con Madrid, se cruzó con Fanny –aún joven- e, impactada por su belleza, la mandó llamar y al despedirse se ofreció a ser su madrina de boda. Hay indicios de que esta anécdota, que es un clásico de la crónica coruñesa, puede ser cierta ya que el 16 de junio de 1860, Fanny Garrido contrajo matrimonio con el eximio compositor gallego Marcial del Adalid y Gurrea en la Capilla-Oratorio de Palacio del Excmo. Señor Capitán General en A Coruña (actual Palacio de Capitanía General) y constan como padrinos del enlace insignes personalidades de la nobleza española enviadas especialmente en representación de la monarca.

La vida de este matrimonio se desarrolló entre Madrid y su residencia en Oleiros con intermitentes viajes al extranjero, especialmente a capital francesa. En esta granja -como así la llamaba el Maestro Adalid a su Pazo de Lóngora- eran tradición las veladas rodeados de amigos artistas e intelectuales: Emilia Pardo Bazán, Sofía Casanova, los pintores Taibo y Lloréns, Pan de Soraluce, Alfredo Tella, Pérez Lugrín… Fue este lugar también escenario de inspiradas creaciones como Cantares viejos y nuevos de Galicia (1877-1881), obra que funde el talento de estos dos creadores en hermosas melodías gallegas que recogen la más pura esencia de nuestra tierra, como así expresó la Condesa de Pardo Bazán: “La exquisita sensibilidad del autor le ayudó a entender y expresar el contenido de la música de nuestras tierras, semi-guerrera, religiosa al modo vago y panteístico de los celtas, y sobre todo –lo han reconocido cuantos la oyeron- melancólica, velada como nuestro cielo, quejosa como nuestros pinares y como el oleaje de nuestro mar de Cantabria. Con sumo tacto acertó Adalid a conservar a los cantares gallegos su idílica sencillez, su campestre frescura, sin robarles el color y el sabor regionales, sin profanarlos con adornos que así sientan al arte del pueblo, cual flores de trapo sobre un arbusto lozano y natural”.

Debemos mencionar aquí el hecho más importante, y quizás menos conocido, de toda la trayectoria de Fanny Garrido: el 29 de diciembre de 1883 tiene lugar el acto constitucional de la “Sociedad de Folk-Lore Gallego”, en la calle Tabernas, nº 11. En su compromiso con Galicia, acompañando a la presidenta y promotora, Emilia Pardo Bazán, figura Fanny Garrido como socia fundadora en la junta inaugural de la institución, siendo ambas las únicas mujeres participantes, frente a una mayoría masculina. Posteriormente estaría presente también en la primera lista general de “folkloristas considerados como socios fundadores” de la “Academia Gallega”, esta vez al lado de otras gallegas ilustres como Filomena Dato, Joaquina Otaño, Matilde Frade o Francisca Fernández Vaamonde, entre otras. Es debido a su contribución en estos sucesos históricos que fue nombrada Académica Correspondiente de la Real Academia Galega el 15 de septiembre de 1905.

De su matrimonio con Marcial nacería una hija, María de los Dolores Francisca del Adalid y González Garrido (1874-1930), única heredera, que al término de su vida donaría generosamente las bibliotecas de música y medicina de su familia a la Real Academia Galega. Este legado bibliográfico originariamente privado, hoy conocido como “Fondo Adalid”, destaca por la riqueza y singularidad de sus piezas y este acto de donación fue conmemorado y agradecido por la Institución con su nombramiento como Académica de Honor el 5 de marzo de 1929.

Tras seis años de viudez, Fanny Garrido contraería matrimonio con el prestigioso catedrático y químico lucense José Rodríguez Mourelo. Rodeada entonces de hombres de ciencia -como Ramón y Cajal, Echegaray o Torres Quevedo, entre otros- e implicada en la beneficencia y en el mecenazgo, pasó esta segunda etapa de su vida afincada en Madrid, quedando Lóngora como residencia estival.  Su vida llega a su fin el 11 de noviembre de 1917 en la capital, noticia que fue recogida con gran pesar por la prensa nacional por haber perdido la sociedad a una de sus más carismáticas y distinguidas damas.

Laura Touriñán Morandeira